Cuentos de Navidad.
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Cuentos de Navidad.
La niña de los fósforos
Por Hans Christian Andersen
¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.
Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.
La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.
Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!
Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.
Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.
-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".
Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.
-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!
Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.
Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.
-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.
Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.
Damaduende- Veteran@
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Re: Cuentos de Navidad.
~ Mientras Papa Noel no estaba ~
Todos sabemos que Papá Noel vive en el Polo Norte y también sabemos que es muy famoso y querido en todo el planeta tierra. Lo que pocos saben es que en el Polo Sur, justo en el otro extremo del planeta, habita un brujo llamado Celosías quien, no sólo no cree en la Navidad, sino que siente mucha envidia por el amor que todo el mundo siente por Papa Noel. Este brujo celoso es muy, pero muy flaco. De todos modos, esa no es la única diferencia que tiene con Papá Noel, la mayor diferencia está en su alma y en su corazón pues no tiene buenos sentimientos. También trabaja acompañado, en este caso por otros dos brujitos jóvenes que lo único que hacen es darle la razón y asentir cuanta cosa dice Celosías. Todos los años para Navidad, ocurre lo mismo: en el Polo Norte todo es alegría y preparativos, mientras que en el Polo Sur todo es celos y envidia. – ¡No puede ser, ya estoy cansado de esta situación! El mundo entero no hace más que hablar de Papá Noel. Que me traiga esto, que le pido lo otro. ¿Los chicos no tienen nada más entretenido en sus vidas que hacer cartitas pidiendo cosas? – Eso, ¿no tienen nada más entretenido que hacer? repitió uno de los brujitos. – ¿Que hacer cartitas pidiendo cosas? agregó el otro brujito. – ¡No aguanto más, esto se termina aquí! No me gusta que a él lo quiera todo el mundo y a mi nadie. ¡Traiganme a Papá Noel como sea, este año no habrá regalo para nadie y a ningún niño le quedarán ganas de volver a escribir cartitas! Grito furioso el brujo envidioso. Los dos brujitos se miraron entre sí, preguntándose cómo harían para traer a Papá Noel desde la otra punta del mundo. Como si adivinara sus pensamientos, Celosías trajo un cohete hecho con sus propias manos que nada tenía de lindo, pero alcanzaba una gran velocidad. Los brujitos no estaban muy convencidos de meterse allí dentro y pilotearlo, pero sólo sabían obedecer y repetir. Partieron hacia el Polo Norte y, como el cohete era realmente muy veloz llegaron antes de lo previsto. Lo que vieron los maravilló. Todo era alegría en el taller de papá Noel, duendes que iban y venían cargados de juguetes, todos sonrientes y cantando. Era evidente que los hacía feliz hacer ese trabajo. Ni que hablar de Papá Noel, su sonrisa era casi más grande que su pancita, lo cual es mucho decir. Sus ojos eran buenos y transparentes casi. Lo que más les llamó la atención a los brujitos fue que nadie daba órdenes, todo se pedía por favor, algo a lo que ellos no estaban acostumbrados. A través de un engaño y valiéndose de la bondad de Papá Noel que creyó en sus mentiras, lograron (con mucho esfuerzo por cierto), meterlo en el cohete y llevarlo al Polo Sur. Un duendecito que vio lo que había ocurrido desde una de las terrazas del taller, contó a todos los demás lo que había pasado. – ¿Qué haremos ahora sin Papá Noel? ¿Qué pasará con los niños que esperan sus regalitos? ¿Es que este año la Navidad tendrá que ser diferente? Se lamentaba uno de los duendes más viejitos. – ¿Dónde lo habrán llevado? Preguntaba la mayoría ¿Estará bien? – ¿Nos tendremos que jubilar después de esto? Sollozaban los renos que temían no volver a hacer ningún viaje. – ¡Calma señores calma! Intervino Chispazo, un duende joven y con mucha energía. Todo es cuestión de organización, nos dividiremos: unos buscarán a Papá Noel y lo traerán de vuelva y otros nos encargaremos de su trabajo. – ¿Hacer de Papá Noel? No me atrevería, además me faltan unos cuantos kilos. Dijo un duende tímido, flaco y preocupado. – Nadie reemplazará a Papá Noel, sólo haremos su trabajo para que ningún niño quede sin regalo. Chispazo tomó las riendas del asunto y organizó a algunos duendes para que fueran en trineos suplentes a buscar por todo el mundo a Papá Noel. Por otro lado, se encargó que todos los duendecitos que quedaban terminaran los juguetes para ser entregados a tiempo. A pesar de la preocupación por Papá Noel, los duendecitos trabajaban más que de costumbre para llegar a tiempo. No sólo no querían que algún niño sufriera una desilusión, sino que además, no querían defraudar a su gran amigo. El día de Navidad se acercaba y Chispazo decidió que él manejaría el Trineo por primera vez. Como no tenía mucha experiencia decidió que dos duendecitos lo acompañasen en el viaje para repartir más rápido los regalos. Los renos no estaban muy confiados que digamos, pero no les quedaba opción. Todos estaban dispuestos a que la Navidad no sufriera cambios y que todos los niños estuvieran contentos. Mientras tanto, en el Polo Sur, el cohete aterrizaba con Papá Noel un poco mareado y sin entender qué pasaba realmente. – ¿Con qué, así es cómo eres no más? Preguntó Celosías. – ¿Así cómo? Repreguntó Papá Noel. – Gordo, viejo y aún así todo el mundo te ama. No hay niño que no te quiera y grande también. Por más que Papá Noel trató, fue imposible hacerle entender al brujo flaco y celoso que el amor y el confiar en alguien nada tienen que ver con su edad o sus kilos. Que el amor nace y vive en el corazón de la gente y que la Navidad tiene que ver con eso. – Pues te informo, que este año no habrá Navidad, ni regalos para nadie. Estoy cansando de tanta carta, tanto villancico, tanta ilusión ¡Se terminó! – No entiendo, preguntó muy triste Papá Noel ¿qué ganarías con eso? – Que ya no te quieran, como nadie me quiere a mi. – Que ya no lo quieran, repitió un brujito. – Como nadie lo quiere a él, repitió el otro. – No lo vas a lograr, aunque yo no reparta los regalos este año, la Navidad seguirá existiendo siempre y con ella la ilusión, el amor y la esperanza. – Ya veremos, ya veremos. Contestó Celosías. – Ya verán, ya verán, repitieron los brujos a coro. Papá Noel quedó pensativo, muy triste por un lado por la actitud del brujo, pero confiado por el otro en que sus duendes amigos, no dejarían a ningún niño sin su ilusión cumplida. Llegó el día de Navidad, los trineos de rescate no habían vuelto, Chispazo debía actuar. Como pudo se calzó un traje que había de repuesto y aunque le quedaba por demás grande, lo lució muy orgulloso. Subió al trineo junto con los dos duendecitos más rápidos del lugar elegidos para ayudarlo en la tarea y partieron. Hay que decir que los renos podían volar más rápido porque el peso era mucho menor, con lo cual el viaje no tuvo inconvenientes, todos y cada uno de los regalos fueron repartidos y todos y cada unos de los sueños cumplidos. Por otro lado, y justo el día de Navidad los trineos de rescate divisaron a Papá Noel quien rezaba para todo saliera bien a pesar de su ausencia. No bien vio al trineo y a sus duendecitos moviendo las manos, quiso gritar de alegría, pero al darse cuenta que Celosías dormía la siesta, dejó el festejo para otro momento. Subió al trineo y regresó al Polo Norte. Cuando aterrizaron en casa, la noche de Navidad ya había pasado, apenas piso la nieve blanca de sus tierras, Papá Noel vio cómo su trineo descendía con un Chispazo muy cansado y dos duendes agotados. La felicidad fue casi tan grande como los gritos de Celosías cuando se dio cuenta que Papá Noel se había ido. – Todo está en orden, ningún niño se quedó sin regalo. Dijo Chispazo muy orgulloso. Papá Noel lo abrazó tan pero tan fuerte que casi lo deja finito como un papelito. – Yo sabía, yo confiaba en que mi gente jamás defraudaría a los niños, no tengo palabras para agradecerles lo que han hecho. Dijo muy emocionado. No sólo han hecho un trabajo perfecto, sino que se preocuparon por rescatarme y traerme a casa de nuevo. De eso se trata el amor, de hacer cosas por el otro, sea rescatarlo de algún lado, entregar un regalo, mantener una ilusión, hacer posible un sueño o lo que sea. Cuando hay amor, todo es posible, desde cruzar de un polo a otro, hasta manejar un trineo por primera vez, con ropa que nos cuelga y renos por demás asustados. Por mucho tiempo, en el otro extremo del planeta se siguieron escuchando los gritos de alguien que no entendía nada de amor, ni de Navidades y de hacer algo por el otro. - ¡No pude con él, no pude lograr que dejen de quererlo! Gritaba furioso el brujito flaco y envidioso. Por primera vez, los dos brujitos repetidores cambiaban un poco su discurso: - No pudo con él y jamás podrá. Dijo uno - Mientras haya amor, esperanza, ilusión en este mundo nadie dejará de amarlo y de creer en Papá Noel, dijo el otro.
abanibi- Veteran@
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Re: Cuentos de Navidad.
¡Santa Claus no lo sabía!
Por Héctor Ugalde
No debímos haberlo hecho. Luis, de ocho años, se restregaba inquieto las manos mientras esperaba la respuesta de su amigo. Ricardo, dos meses menor, pero diez centímetros mayor, dejo de jugar con el mecano y volteó a ver a su mejor amigo. Contestó:- ¿Por qué no?- Santa Claus nos va a acusar y todos se van a enojar mucho.- No te preocupes, no lo sabe.- ¿Cómo no va a saberlo? Si Santa Claus lo sabe todo.- No te preocupes. No sabe que lo hicimos.- ¿Cómo sabes que Santa Claus no lo sabe? Ricardo desesperado por la insistencia de Luis, replicó:- ¡Porque yo sé más que Santa Claus! La respuesta de Ricardo no convenció mucho a Luis, pero ya no siguió insistiendo.
Caminando de regreso a su casa, Ricardo no comprendía la preocupación de su amigo. A Ricardo no le importaba que Santa Claus este año tampoco le volviera a traer nada, ¡la idea de hacer estallar con un cohete el buzón del Director de la escuela había sido fantástica! ¡Cómo había volado el Buzón! ¡Cómo había sonado la explosión! ¡Cómo... En ese momento apareció una ardilla en la banqueta y Ricardo, corriendo tras de ella, se olvidó del asunto. María estaba preocupada. Se acercaba la Navidad y los niños se ponían más nerviosos, cometían más errores y prestaban menos atención a las clases. Pero lo más importante de todo: se ponían tristes, en vez de alegrarse con la llegada de la Navidad.
Desde que había llegado como maestra hace cuatro años, y le habían explicado la costumbre que tenían de que alguien se disfrazara de Santa Claus, para leer ante todos la lista de fechorías que los niños del pueblo hacían, para castigar a los niños malos y convertirlos en niños buenos; la idea del Santa Claus regañón no le gustaba. María suspiró. Lo que para ellos eran fechorías, para María eran simple travesuras. Para ella no había niños malos ni niños buenos, sólo niños tranquilos, y niños inquietos que no podían contener el bullicio de la vida que tenían dentro. Allí estaba el caso de Ricardo y Mauricio: los niños rebeldes y traviesos del pueblo, o el de Luis muchacho tímido y sensible que lloraba cuando se hablaba de Santa Claus. María no creía que eso fuera bueno para los niños, pero todas sus tentativas de acabar con esa "nueva" tradición habían sido infructuosos. Ricardo comenzó a inquietarse por su amigo Luis, lo veía cada vez más triste y callado.- ¿Qué te pasa?- Nada.- ¿Cómo que nada? ¿Qué pasa?- ¡Te dije que nada!- Somos amigos, así que me tienes que decir qué te pasa.- Nada, el próximo Lunes es Navidad.- ¿Y?- ¡Y Santa Claus les va a decir a todos que soy un niño muy malo, y mis papás ya no me van a querer!- No. Te aseguro que Santa Claus no lo sabe, y te lo voy a demostrar. ¡Te lo prometo! Ricardo no sabía cómo, pero tenía que encontrar pruebas de que Santa Claus no sabía que ellos habían sido los del "Buzón cohete".
¡No podía tener ojos en todos lados! ¡No podía saberlo todo! Si así fuera, hace dos años Santa Claus lo habría regañado por lo de la miel derramada en el interior de los pantalones de deportes. Creyeron que había sido Abelardo, ese niño raro que expulsaron y se fue a una escuela en la ciudad. Y no le hubiera dado regalos, bueno, el pequeño regalo que le dio. ¡Ni eso le hubiera dado! Pero Ricardo pensaba y pensaba, y no se le ocurría cómo cumplir su promesa. Hasta que llegó el 24 de Diciembre, y decidió resolver el asunto de una manera directa: ¡enfrentaría a Santa Claus cara a cara! Ricardo se situó en un lugar estratégico, una calle por la que a fuerza tenía que pasar Santa Claus, cuando se dirigiera al Kiosco donde cada Domingo tocaba la banda del pueblo, pero cada 24 de Diciembre el show lo daba el gordo Santa Claus.
Cuando la figura de Santa Claus apareció caminando por la estrecha calle, Ricardo corrió y se interpuso en su camino. Santa Claus trastabilló y se paró en seco.- ¿Qué quieres, mocoso?- Preguntarte algo.- ¿Qué cosa?- Quiero preguntarte si sabes quién puso cohetes en el buzón del director. Santa Claus se quedó un rato extrañado por la pregunta. Después dirigió una mirada furiosa a Ricardo.- ¡Así que fuiste tú, chamaco endiablado! ¡Me lo suponía, pero no estaba seguro! Podría haber sido Mauricio, ese otro monstruo enano que me saca canas verdes.- ¡No lo sabía! Santa Claus ahora sabía que él había sido, pero no importaba, de todos modos por lo de la bicicleta sin frenos no iba a tocarle regalos. ¡Lo importante era que Santa Claus no sabía que Luis le había ayudado! El niño se sonrió y se fue corriendo, dejando al Santa Claus haciendo un berrinche navideño. Ricardo entró corriendo a la casa de Luis. ¡Tenía que darle la noticia! Subió las escaleras de dos en dos y entró apresuradamente en la recámara de su amigo. El cuerpo de Luis colgaba del techo, balanceándose sin vida. Una opresión se formó en su pecho y sintió que se ahogaba. Corrió escaleras abajo, tropezó con el papá de Luis y salió a la calle a tomar aire. Lo único que rondaba en su cabeza era ¿Por qué? ¿Por qué? Seguía sintiendo un nudo en el estomágo y para soltarlo, para liberarlo, comenzó a gritar a media calle:- ¡No lo sabía!- ¡No lo sabía!- ¡Santa Claus no lo sabía!.
Damaduende- Veteran@
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Re: Cuentos de Navidad.
Nacimiento del niño Jesús
Un 24 de diciembre, María y José iban camino de Belén para empadronarse tal y como había ordenado César Augusto. José iba caminando y María, a punto de dar a luz a su hijo, sentaba en un burro.
Meses atrás, el arcángel Gabriel había visitado a María para darle la noticia de que en su vientre llevaba al hijo de Dios, un niño al que tendría que llamar Jesús.
A su llegada a Belén, María y José buscaron un lugar para alojarse, pero llegaron demasiado tarde y todo estaba completo. Finalmente, un buen señor les prestó su establo para que pasaran la noche. José juntó paja e hizo una cama para su esposa. Lo que ninguno de los dos imaginaba antes de trasladarse ese día a Belén es que era el momento de que naciera Jesús.
Al caer la noche, en el cielo nació una estrella que iluminaba más que las demás. Muy lejos de allí, en Oriente, tres sabios astrólogos (Melchor, Gaspar y Baltasar) sabían que esa estrella significaba que un nuevo rey estaba a punto de nacer.
Los tres sabios, a los que conocemos como Los Tres Reyes Magos, fueron siguiendo la brillante estrella hasta el pesebre de Belén para visitar a Jesús. Cuando llegaron a su destino, Melchor, Gaspar y Baltasar regalaron al Niño oro, incienso y mirra.
Hoy en día, de la misma forma que Los Reyes de Oriente llevaron regalos a Jesús, la noche del 24 de diciembre Papá Noel, y la noche del 6 de enero los Reyes Magos, llevan regalos a todas las casas para conmemorar el nacimiento del Niño.
Temas villancicos navidad tradicional feliz navidad felices fiestas nochebuena nochevieja noche de reyes reyes magos organizar navidad navidad y niños
Un 24 de diciembre, María y José iban camino de Belén para empadronarse tal y como había ordenado César Augusto. José iba caminando y María, a punto de dar a luz a su hijo, sentaba en un burro.
Meses atrás, el arcángel Gabriel había visitado a María para darle la noticia de que en su vientre llevaba al hijo de Dios, un niño al que tendría que llamar Jesús.
A su llegada a Belén, María y José buscaron un lugar para alojarse, pero llegaron demasiado tarde y todo estaba completo. Finalmente, un buen señor les prestó su establo para que pasaran la noche. José juntó paja e hizo una cama para su esposa. Lo que ninguno de los dos imaginaba antes de trasladarse ese día a Belén es que era el momento de que naciera Jesús.
Al caer la noche, en el cielo nació una estrella que iluminaba más que las demás. Muy lejos de allí, en Oriente, tres sabios astrólogos (Melchor, Gaspar y Baltasar) sabían que esa estrella significaba que un nuevo rey estaba a punto de nacer.
Los tres sabios, a los que conocemos como Los Tres Reyes Magos, fueron siguiendo la brillante estrella hasta el pesebre de Belén para visitar a Jesús. Cuando llegaron a su destino, Melchor, Gaspar y Baltasar regalaron al Niño oro, incienso y mirra.
Hoy en día, de la misma forma que Los Reyes de Oriente llevaron regalos a Jesús, la noche del 24 de diciembre Papá Noel, y la noche del 6 de enero los Reyes Magos, llevan regalos a todas las casas para conmemorar el nacimiento del Niño.
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Re: Cuentos de Navidad.
LA AMISTAD ES EL TESORO MÁS VALIOSO DE UNA PERSONA
Érase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conocer una de las noticias más esperadas de la temporada.
Todas las actividades que realizaban en aquella época tenían como objetivo la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión. El concurso de cocina navideña, organizado por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más comilones, pues los platos presentados eran degustados al finalizar la competición. Los más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía lugar en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, encargada del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del bosque. Y, por supuesto, estaba lo mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se representaba una obra de teatro que tenía como tema central la amistad.
El Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año:
- Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad, dijo el Señor Búho posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir un ganador. Así que sin más demora demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de la obra ganadora 'Salvemos el bosque'.
- Gracias, gracias, es un honor para mí, exclamaba Conejo entre aplausos.
- Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez daremos comienzo a las pruebas de selección. Rogamos puntualidad a los interesados, concluyó el Sr. Búho.
Al día siguiente, a la hora convenida, comenzó la selección. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado con cortar un Árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino. En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba la inestimable ayuda de un girasol y de un lirio que ponían su astucia al servicio de la noble causa.
Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr. Oso haría de guardabosques, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al girasol, y la Sra. Lince, al lirio.
Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, hasta que hizo su aparición el peor de los fantasmas: la envidia.
- Sr. Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El leñador está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos especiales que dejarían al público boquiabierto, dijo el Sr. Búho en uno de los ensayos.
-Sí, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor. Podemos hacer un juego de luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más protagonismo, eso significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto, y eso no le gustó nada.
El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando, estuvo muy arisco. Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más llamativo y que debían haberlo echado a suertes.
La tensión en el escenario se podía cortar y el desastre no se hizo esperar, y durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para interpretar el número final comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío que parte del decorado se rompió.
- Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? preguntó Conejo encolerizado. Habéis echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo os echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo por hoy. Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por una cosa así?
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. ¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
- Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido, sentenció Búho.
- ¿Y cómo podemos hacer que vuelva? preguntó asustada la Sra. Ardilla.
- Nos vamos a quedar sin Navidad, se oyó decir a un lobezno.
- Hoy es un día muy triste. La envidia ha desatado unas reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de lucir y la obra de teatro peligra.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir.
- Lo siento mucho. Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?
- No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mal comportamiento. Si sirve de algo yo también lo siento, se lamentó Castor.
- Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un trozo de tela, exclamó la Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
- Mirad, ¡está nevando! gritó con entusiasmo una voz.
- Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. ¡El espíritu de la Navidad ha vuelto!, se oyó.
Ese año, la Navidad se vivió con mucha intensidad en el bosque, al fin y al cabo estuvieron a punto de perderla para siempre. Habían aprendido la lección y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se podían controlar. Así que para que no se les olvidara nunca construyeron una gran placa de madera que colgaron del Gran Árbol. En ella se podía leer la siguiente inscripción:
"El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los días y crecerá".
Érase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conocer una de las noticias más esperadas de la temporada.
Todas las actividades que realizaban en aquella época tenían como objetivo la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión. El concurso de cocina navideña, organizado por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más comilones, pues los platos presentados eran degustados al finalizar la competición. Los más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía lugar en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, encargada del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del bosque. Y, por supuesto, estaba lo mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se representaba una obra de teatro que tenía como tema central la amistad.
El Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año:
- Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad, dijo el Señor Búho posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir un ganador. Así que sin más demora demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de la obra ganadora 'Salvemos el bosque'.
- Gracias, gracias, es un honor para mí, exclamaba Conejo entre aplausos.
- Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez daremos comienzo a las pruebas de selección. Rogamos puntualidad a los interesados, concluyó el Sr. Búho.
Al día siguiente, a la hora convenida, comenzó la selección. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado con cortar un Árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino. En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba la inestimable ayuda de un girasol y de un lirio que ponían su astucia al servicio de la noble causa.
Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr. Oso haría de guardabosques, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al girasol, y la Sra. Lince, al lirio.
Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, hasta que hizo su aparición el peor de los fantasmas: la envidia.
- Sr. Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El leñador está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos especiales que dejarían al público boquiabierto, dijo el Sr. Búho en uno de los ensayos.
-Sí, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor. Podemos hacer un juego de luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más protagonismo, eso significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto, y eso no le gustó nada.
El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando, estuvo muy arisco. Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más llamativo y que debían haberlo echado a suertes.
La tensión en el escenario se podía cortar y el desastre no se hizo esperar, y durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para interpretar el número final comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío que parte del decorado se rompió.
- Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? preguntó Conejo encolerizado. Habéis echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo os echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo por hoy. Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por una cosa así?
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. ¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
- Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido, sentenció Búho.
- ¿Y cómo podemos hacer que vuelva? preguntó asustada la Sra. Ardilla.
- Nos vamos a quedar sin Navidad, se oyó decir a un lobezno.
- Hoy es un día muy triste. La envidia ha desatado unas reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de lucir y la obra de teatro peligra.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir.
- Lo siento mucho. Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?
- No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mal comportamiento. Si sirve de algo yo también lo siento, se lamentó Castor.
- Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un trozo de tela, exclamó la Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
- Mirad, ¡está nevando! gritó con entusiasmo una voz.
- Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. ¡El espíritu de la Navidad ha vuelto!, se oyó.
Ese año, la Navidad se vivió con mucha intensidad en el bosque, al fin y al cabo estuvieron a punto de perderla para siempre. Habían aprendido la lección y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se podían controlar. Así que para que no se les olvidara nunca construyeron una gran placa de madera que colgaron del Gran Árbol. En ella se podía leer la siguiente inscripción:
"El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los días y crecerá".
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Re: Cuentos de Navidad.
De San Nicolás a Santa Claus
San Nicolás, Obispo, murió el 6 de diciembre, del 345 o 352.
Su leyendaria caridad es el origen del personaje conocido como “Santa Claus” o Papá Noel. Cinco Papas han llevado el nombre de Nicolás, pero el santo de nuestra historia no fue Papa sino obispo.
Poco se sabe con certeza de San Nicolás mas allá de los siguientes datos: nació en Parara de Licia, una antigua provincia del Asia Menor; en su juventud hizo una peregrinación a Egipto y Palestina. Poco tiempo después de su regreso fue nombrado obispo de Mira, capital de Licia, junto al mar Mediterráneo; echado en prisión durante la persecución de Diocleciano por confesar su fe, fue liberado al subir al trono el emperador Constantino.
Posiblemente San Nicolás participó en el concilio de Nícea en el año 325, donde se condenó la herejía arriana que ponía en duda la divinidad de Jesucristo y se instituyó el credo Nicenciano, el cual es una fuente para el credo posterior que se reza en las misas dominicales. Por otra parte, su nombre no aparece en las antiguas listas de los obispos que participaron en el concilio.
San Metodio afirma que "gracias a las enseñanzas de Nicolás, la metrópolis de Mira fue la única que no se contaminó con la herejía arriana la cual rechazó firmemente, como si fuese un veneno mortal". San Nicolás tomó también medidas severas contra el paganismo y lo combatió incansablemente.
Su celo por la justicia es leyendario. Cuando el gobernador Eustacio había sido sobornado para condenar a tres inocentes, Nicolás se presentó en el momento de la ejecución, detuvo al verdugo y puso en libertad a los prisioneros. Reprendió entonces a Eustacio, hasta que éste reconoció su crimen y se arrepintió. En esa ocasión habían presentes tres oficiales que mas tarde, al verse ellos mismos en peligro de muerte le rezaron a San Nicolás. Esa misma noche el santo se apareció en sueños a Constantino y le ordenó que pusiese en libertad a los tres inocentes. Constantino interrogó a los tres y al darse cuenta por ellos de que habían invocado a San Nicolás, los envió libres al santo obispo con una carta en la que le rogaba que orase por la paz del mundo. Durante mucho tiempo ese fue el milagro mas famoso de San Nicolás, y prácticamente lo único que se sabía de él en la época de San Metodio quién murió en el 847.
Devoción a San Nicolás
Después de su muerte el 6 de diciembre, de 345 o 352, creció su devoción y aumentaron los reportes de sus milagros. Se convirtió en el patrón de los niños y marineros. En el siglo VI, el emperador Justiniano construyó una Iglesia en Constantinopla en su honor. Su popularidad en esa ciudad (hoy día Estambul) se propagó por todo el Cristianismo. Fue nombrado patrono de Rusia y, gracias a los zares, su devoción aumentó hasta tener mas iglesias dedicadas a su nombre en Rusia que ningún otro santo fuera de la Virgen María. Es interesante que San Nicolás es popular en Rusia siglos antes de que fuera conocido en el continente Americano.
En Alemania la devoción a San Nicolás comenzó bajo Otto II, posiblemente por su esposa Theophana, quien era griega. El obispo Reginald de Eichstaedt (991) escribió "Vita S. Nicholai."
El 9 de mayo, de 1087 sus huesos fueron rescatados de Mira que había caído bajo la invasión musulmana. Se llevaron a Bari, en la costa adriática de Italia. Fue posiblemente en ese tiempo en que se propagó su devoción en Italia donde se le conoce como San Nicolás de Bari. Sus reliquias todavía se preservan en la Iglesia de San Nicola de Bari, Italia. En Mira, se decía que "el venerable cuerpo del obispo, embalsamado en el aceite de la virtud, sudaba una suave mirra que le preservaba de la corrupción y curaba a los enfermos, para gloria de aquél que había glorificado a Jesucristo, nuestro verdadero Dios". El fenómeno no se interrumpió con la translación de los restos; según se dice, un aceite conocido como el Manna di S. Nicola, sigue brotando de su cuerpo.
San Nicolás es honrado como patrón en los siguientes lugares: Rusia; Nápoles y Sicilia, Italia; Campen, Holanda; Freiburg en Suiza; Lorena; la Diócesis de Liège; también en ciudades de Alemania, Austria y Bélgica. En diferentes lugares es patrón de marineros, mercantes, panaderos, niños y viajeros. Los marineros del mar Egeo y los del Jónico, siguiendo la costumbre del oriente, tienen una "estrella de San Nicolás" y se desean buen viaje con estas palabras: "que San Nicolás lleve tu timón". Su imagen se representa en el arte en diferentes formas según sus milagros.
En Demre (Turquía), la Basílica de San Nicolás está ahora en ruinas y hay dudas sobre cual es su tumba original. Ya no quedan cristianos en la ciudad, pero los negociantes musulmanes han fundado una organización caritativa en su honor que cada año da un premio de paz.
De San Nicolás a "Santa Claus"
Tratándose de un santo muy popular no faltaron las maravillosas historias que se acumularon a través de los siglos..
Leyenda de los marineros.
Durante una hambruna, el santo pidió que se organice una flota para llevar grano a un pueblo que sufría hambre. La flota sobrevivió una terrible tormenta gracias a la bendición del obispo. En otra ocasión, San Nicolás convenció a unos mercaderes para que entregasen todos los alimentos que tuviesen en su barca. Al llegar a su destino, estos encontraron todos los alimentos en su lugar original.
Leyenda de las tres doncellas
Se cuenta que en la diócesis de Mira un vecino de San Nicolás se encontraba en tal pobreza que se decidió a exponer a sus tres hijas vírgenes a la prostitución para sacar de ese vil mercado el sustento para él y para ellas.... Sin dinero no podían pagar la dote de una, por lo que ninguna se podía casar. Para evitar aquel inhumano lenocinio, San Nicolás tomó una bolsa con monedas de oro y, al amparo de la oscuridad de la noche, la arrojó por la chimenea de la casa de aquel hombre. Con el dinero se casó la hija mayor. San Nicolás hizo lo mismo para favorecer a las otras dos hermanas. En la segunda ocasión, tras ser tirada la bolsa sobre la pared del patio de la casa del pobre, esta se enredó en la ropa que se tendía para secar... El padre se puso al acecho en la ventana, descubrió a su bienhechor y le agradeció su caridad.
Se narra también que San Nicolás resucitó a tres niños que habían sido asesinados y desechados en un barril de sal. Las antiguas leyendas de los niños y los regalos por la chimenea y las medias dieron lugar en Alemania, Suiza y los Países Bajos a la leyenda del "niño obispo" y sobre todo a la costumbre de que San Nicolás trae secretamente regalos para los niños el 6 de diciembre, día en que la Iglesia celebra su fiesta. Dicha costumbre fue popularizada en los Estados Unidos por los protestantes holandeses de Nueva Amsterdam, que convirtieron al santo "papista" en un mago nórdico.
Su nombre fue abreviado, no solo a San Nic, sino también a Sint Klaes o Santa Claus.
Lamentablemente el Santa Claus moderno ha sido paganizado. La mitra de obispo fue remplazada por el hoy famoso gorro rojo, su cruz pectoral desapareció por completo. Se mudó de Turquía al Polo Norte, de donde viene por la nieve con renos.
El Santa Claus pagano cautivó la imaginación de agentes publicitarios en el occidente. Como San Nicolás era obispo, se le representa vestido en rojo. Eso le gustó a los magnates de la Coca Cola ya que ese es también el color publicitario de esa corporación. Comenzaron a usarlo en una campaña publicitaria pre Navideña .
Hoy día, "Santa Claus" se utiliza para vender toda clase de cosas y casi nadie recuerda su verdadera historia. Es hora que los cristianos recuperemos nuestro santo y le enseñemos a nuestros niños que la Navidad es la celebración del Nacimiento de Dios hecho niño. Recordemos pues que San Nicolás fue un santo obispo que se preocupaba por los pobres, especialmente los niños y se hizo famoso por su caridad.
San Nicolás, Obispo, murió el 6 de diciembre, del 345 o 352.
Su leyendaria caridad es el origen del personaje conocido como “Santa Claus” o Papá Noel. Cinco Papas han llevado el nombre de Nicolás, pero el santo de nuestra historia no fue Papa sino obispo.
Poco se sabe con certeza de San Nicolás mas allá de los siguientes datos: nació en Parara de Licia, una antigua provincia del Asia Menor; en su juventud hizo una peregrinación a Egipto y Palestina. Poco tiempo después de su regreso fue nombrado obispo de Mira, capital de Licia, junto al mar Mediterráneo; echado en prisión durante la persecución de Diocleciano por confesar su fe, fue liberado al subir al trono el emperador Constantino.
Posiblemente San Nicolás participó en el concilio de Nícea en el año 325, donde se condenó la herejía arriana que ponía en duda la divinidad de Jesucristo y se instituyó el credo Nicenciano, el cual es una fuente para el credo posterior que se reza en las misas dominicales. Por otra parte, su nombre no aparece en las antiguas listas de los obispos que participaron en el concilio.
San Metodio afirma que "gracias a las enseñanzas de Nicolás, la metrópolis de Mira fue la única que no se contaminó con la herejía arriana la cual rechazó firmemente, como si fuese un veneno mortal". San Nicolás tomó también medidas severas contra el paganismo y lo combatió incansablemente.
Su celo por la justicia es leyendario. Cuando el gobernador Eustacio había sido sobornado para condenar a tres inocentes, Nicolás se presentó en el momento de la ejecución, detuvo al verdugo y puso en libertad a los prisioneros. Reprendió entonces a Eustacio, hasta que éste reconoció su crimen y se arrepintió. En esa ocasión habían presentes tres oficiales que mas tarde, al verse ellos mismos en peligro de muerte le rezaron a San Nicolás. Esa misma noche el santo se apareció en sueños a Constantino y le ordenó que pusiese en libertad a los tres inocentes. Constantino interrogó a los tres y al darse cuenta por ellos de que habían invocado a San Nicolás, los envió libres al santo obispo con una carta en la que le rogaba que orase por la paz del mundo. Durante mucho tiempo ese fue el milagro mas famoso de San Nicolás, y prácticamente lo único que se sabía de él en la época de San Metodio quién murió en el 847.
Devoción a San Nicolás
Después de su muerte el 6 de diciembre, de 345 o 352, creció su devoción y aumentaron los reportes de sus milagros. Se convirtió en el patrón de los niños y marineros. En el siglo VI, el emperador Justiniano construyó una Iglesia en Constantinopla en su honor. Su popularidad en esa ciudad (hoy día Estambul) se propagó por todo el Cristianismo. Fue nombrado patrono de Rusia y, gracias a los zares, su devoción aumentó hasta tener mas iglesias dedicadas a su nombre en Rusia que ningún otro santo fuera de la Virgen María. Es interesante que San Nicolás es popular en Rusia siglos antes de que fuera conocido en el continente Americano.
En Alemania la devoción a San Nicolás comenzó bajo Otto II, posiblemente por su esposa Theophana, quien era griega. El obispo Reginald de Eichstaedt (991) escribió "Vita S. Nicholai."
El 9 de mayo, de 1087 sus huesos fueron rescatados de Mira que había caído bajo la invasión musulmana. Se llevaron a Bari, en la costa adriática de Italia. Fue posiblemente en ese tiempo en que se propagó su devoción en Italia donde se le conoce como San Nicolás de Bari. Sus reliquias todavía se preservan en la Iglesia de San Nicola de Bari, Italia. En Mira, se decía que "el venerable cuerpo del obispo, embalsamado en el aceite de la virtud, sudaba una suave mirra que le preservaba de la corrupción y curaba a los enfermos, para gloria de aquél que había glorificado a Jesucristo, nuestro verdadero Dios". El fenómeno no se interrumpió con la translación de los restos; según se dice, un aceite conocido como el Manna di S. Nicola, sigue brotando de su cuerpo.
San Nicolás es honrado como patrón en los siguientes lugares: Rusia; Nápoles y Sicilia, Italia; Campen, Holanda; Freiburg en Suiza; Lorena; la Diócesis de Liège; también en ciudades de Alemania, Austria y Bélgica. En diferentes lugares es patrón de marineros, mercantes, panaderos, niños y viajeros. Los marineros del mar Egeo y los del Jónico, siguiendo la costumbre del oriente, tienen una "estrella de San Nicolás" y se desean buen viaje con estas palabras: "que San Nicolás lleve tu timón". Su imagen se representa en el arte en diferentes formas según sus milagros.
En Demre (Turquía), la Basílica de San Nicolás está ahora en ruinas y hay dudas sobre cual es su tumba original. Ya no quedan cristianos en la ciudad, pero los negociantes musulmanes han fundado una organización caritativa en su honor que cada año da un premio de paz.
De San Nicolás a "Santa Claus"
Tratándose de un santo muy popular no faltaron las maravillosas historias que se acumularon a través de los siglos..
Leyenda de los marineros.
Durante una hambruna, el santo pidió que se organice una flota para llevar grano a un pueblo que sufría hambre. La flota sobrevivió una terrible tormenta gracias a la bendición del obispo. En otra ocasión, San Nicolás convenció a unos mercaderes para que entregasen todos los alimentos que tuviesen en su barca. Al llegar a su destino, estos encontraron todos los alimentos en su lugar original.
Leyenda de las tres doncellas
Se cuenta que en la diócesis de Mira un vecino de San Nicolás se encontraba en tal pobreza que se decidió a exponer a sus tres hijas vírgenes a la prostitución para sacar de ese vil mercado el sustento para él y para ellas.... Sin dinero no podían pagar la dote de una, por lo que ninguna se podía casar. Para evitar aquel inhumano lenocinio, San Nicolás tomó una bolsa con monedas de oro y, al amparo de la oscuridad de la noche, la arrojó por la chimenea de la casa de aquel hombre. Con el dinero se casó la hija mayor. San Nicolás hizo lo mismo para favorecer a las otras dos hermanas. En la segunda ocasión, tras ser tirada la bolsa sobre la pared del patio de la casa del pobre, esta se enredó en la ropa que se tendía para secar... El padre se puso al acecho en la ventana, descubrió a su bienhechor y le agradeció su caridad.
Se narra también que San Nicolás resucitó a tres niños que habían sido asesinados y desechados en un barril de sal. Las antiguas leyendas de los niños y los regalos por la chimenea y las medias dieron lugar en Alemania, Suiza y los Países Bajos a la leyenda del "niño obispo" y sobre todo a la costumbre de que San Nicolás trae secretamente regalos para los niños el 6 de diciembre, día en que la Iglesia celebra su fiesta. Dicha costumbre fue popularizada en los Estados Unidos por los protestantes holandeses de Nueva Amsterdam, que convirtieron al santo "papista" en un mago nórdico.
Su nombre fue abreviado, no solo a San Nic, sino también a Sint Klaes o Santa Claus.
Lamentablemente el Santa Claus moderno ha sido paganizado. La mitra de obispo fue remplazada por el hoy famoso gorro rojo, su cruz pectoral desapareció por completo. Se mudó de Turquía al Polo Norte, de donde viene por la nieve con renos.
El Santa Claus pagano cautivó la imaginación de agentes publicitarios en el occidente. Como San Nicolás era obispo, se le representa vestido en rojo. Eso le gustó a los magnates de la Coca Cola ya que ese es también el color publicitario de esa corporación. Comenzaron a usarlo en una campaña publicitaria pre Navideña .
Hoy día, "Santa Claus" se utiliza para vender toda clase de cosas y casi nadie recuerda su verdadera historia. Es hora que los cristianos recuperemos nuestro santo y le enseñemos a nuestros niños que la Navidad es la celebración del Nacimiento de Dios hecho niño. Recordemos pues que San Nicolás fue un santo obispo que se preocupaba por los pobres, especialmente los niños y se hizo famoso por su caridad.
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Re: Cuentos de Navidad.
¿ CÓMO NACIERON LAS TARJETAS DE NAVIDAD?
Se cuenta que Sir Henry Cole, en 1843, caballero británico, fundador del Museo Victoria y Alberto, encontró que era justo dedicar un tiempo a escribir tantas cartas de Navidad como su popularidad lo demandaba.
Para tal efecto le encargó al artista John Calcott Horsley, de la Real Academia, que diseñara una postal donde reflejara los sentimientos propios de esta fecha. La escena central de la tarjeta mostraba la convivencia de los integrantes de una familia de tres generaciones, sentados alrededor de una gran mesa, brindando. A los lados, dos paneles mostraban dibujos de alimentos y ropa para los pobres. El saludo impreso decía: "Feliz Navidad y Año Nuevo para usted".
Un millar de copias litografiadas se vendieron en aquel entonces, en un chelín cada una. Así nació la gigantesca industria de las tarjetas de Navidad.
Hoy nos emocionamos con mi esposa al recibir una sencilla tarjeta hecha a mano, con cartulina de dos colores y escrita con un lápiz con tinta dorada. Económica, fuera de serie, profundamente significativa. Quienes la enviaron, evidentemente, la hicieron especialmente para nosotros.
LA NAVIDAD
Se cuenta que Sir Henry Cole, en 1843, caballero británico, fundador del Museo Victoria y Alberto, encontró que era justo dedicar un tiempo a escribir tantas cartas de Navidad como su popularidad lo demandaba.
Para tal efecto le encargó al artista John Calcott Horsley, de la Real Academia, que diseñara una postal donde reflejara los sentimientos propios de esta fecha. La escena central de la tarjeta mostraba la convivencia de los integrantes de una familia de tres generaciones, sentados alrededor de una gran mesa, brindando. A los lados, dos paneles mostraban dibujos de alimentos y ropa para los pobres. El saludo impreso decía: "Feliz Navidad y Año Nuevo para usted".
Un millar de copias litografiadas se vendieron en aquel entonces, en un chelín cada una. Así nació la gigantesca industria de las tarjetas de Navidad.
Hoy nos emocionamos con mi esposa al recibir una sencilla tarjeta hecha a mano, con cartulina de dos colores y escrita con un lápiz con tinta dorada. Económica, fuera de serie, profundamente significativa. Quienes la enviaron, evidentemente, la hicieron especialmente para nosotros.
LA NAVIDAD
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Re: Cuentos de Navidad.
RECUERDOS DE UNA MAÑANA DE NAVIDAD
No lo creí. Los ángeles tenían cosas más importantes que hacer con su tiempo que observar si yo era un niño bueno o malo. Aun con mi limitada sabiduría de un niño de siete años, había decidido que, en el mejor de los casos, el Ángel sólo podía vigilar a dos o tres muchachos a la vez... y ¿por qué habría de ser yo uno de éstos? Las ventajas, ciertamente, estaban a mi favor. Y, sin embargo, mamá, que sabía todo, me había repetido una y otra vez que el Ángel de la Navidad sabía, veía y evaluaba todas nuestras acciones y que no podíamos compararlo con cualquier cosa que pudiéramos entender nosotros, los ignorantes seres humanos. De todos modos, no estaba muy seguro de creer en el Ángel de la Navidad.
Todos mis amigos del barrio me dijeron que Santa Claus era el que llegaba la víspera de la Navidad y que nunca supieron de un ángel que llevara regalos. Mamá vivió en América durante muchos años y bendecía a su nueva tierra como su hogar permanente, pero siempre fue tan italiana como la polenta y, para ella, siempre sería un ángel. "Quién es este Santa Claus?", solía decir. "Y, ¿qué tiene que ver con la Navidad?".
Además, debo reconocer que nuestro ángel italiano me impresionaba mucho. Santa Claus siempre era más generoso e imaginativo. Les llevaba a mis amigos bicicletas, rompecabezas, bastones de caramelo y guantes de béisbol. Los ángeles italianos siempre llevaban manzanas, naranjas, nueces surtidas, pasas un pequeño pastel y unos pequeños dulces redondos de ‘orosuz’ que llamábamos bottone di prete (botones de sacerdote) porque se parecían a los botones que veíamos en la sotana del padrecito. Además, el Ángel siempre ponía en nuestras medias algunas castañas importadas, tan duras como las piedras. Debo admitir que nunca supe qué hacer con las castañas.
Finalmente se las dábamos a mamá para que las hirviera hasta que se sometieran y luego las pelábamos y las comíamos de postre después de la cena de Navidad. Parecía un regalo poco apropiado para un niño de seis o siete años. A menudo pensé que el Ángel de la Navidad no era muy inteligente.
Cuando cuestioné a mamá acerca de esto, ella solía contestar que no me correspondía a mí, "que todavía era un muchachito imberbe", poner en tela de juicio a un ángel, especialmente al Ángel de la Navidad.
En esta época navideña en particular, mi comportamiento de un siete años era todo menos ejemplar. Mis hermanos y hermanas, todos mayores que yo, por lo visto nunca causaban problemas. En cambio yo siempre estaba en medio de todos los problemas. A la hora de la comida aborrecía todo. Me obligaban a probar un poco di tutto (de todo) y cada comida se convertía en un reto... Felice, como me llamaba la familia, contra el mundo de los adultos. Yo era el que nunca me acordaba de cerrar la puerta del gallinero, el que prefería leer a sacar la basura y el que, sobre todo, reclamaba todo lo que mamá y papá hacían, sentían u ordenaban. En pocas palabras, era un niño malcriado.
Cuando menos un mes antes de la Navidad, mamá me advertía: "Te estás portando muy mal, Felice. Los ángeles de la Navidad no llevan regalo a los niños malcriados. Les llevan un palo de durazno para pegarte en las piernas. De modo que – me amenazaba – más vale que cambies tu comportamiento. Yo no puedo portarme bien por ti. Sólo tu puedes optar por ser un buen niño".
"¿Qué me importa? – contestaba yo - . De todos modos el ángel nunca me trae lo que quiero. "Y durante las siguientes semanas hacía muy poco para ‘mejorar mi comportamiento’.
Como sucede en la mayoría de los hogares, la Nochebuena era mágica. A pesar de que éramos muy pobres, siempre teníamos comida especial para la cena. Después de cenar nos sentábamos alrededor de la vieja estufa de leña que era el centro de nuestras vidas durante los largos meses de invierno y platicábamos y reíamos y escuchábamos cuentos. Pasábamos mucho tiempo planeando la fiesta del día siguiente, para la cual nos habíamos estado preparando toda la semana. Como éramos una familia católica, todos íbamos a confesarnos y después nos dedicábamos a decorar el árbol. La noche terminaba con una pequeña copa del maravilloso zabaglione de mamá. ¡No importaba que tuviera un poco de vino; la Navidad sólo llegaba una vez al año!.
Estoy seguro de que sucede con todos los niños, pero no era casi imposible dormir en la Nochebuena. Mi mente divagaba. No pensaba en las golosinas, sino que me preocupaba seriamente la posibilidad de que el ángel de la Navidad no llegara a mi casa o que se le acabaran los regalos. Me emocionaba mucho la posibilidad de que Santa Claus olvidara que éramos italianos y de cualquier modo nos visitara sin darse cuenta de que el Ángel ya me había visitado. ¡Así recibiría el doble de todo!
¿Por qué sucede que en la mañana de Navidad, por poco que se duerma la noche anterior, nunca resulta difícil despertar y levantarnos? Así ocurrió esa mañana en particular. Fue cuestión de minutos, después de escuchar los primeros movimientos, para que todos nos levantáramos y saliéramos disparados hacia la cocina y el tendedero donde estaban colgadas nuestras medias y debajo de éstas se encontraban nuestros brillantes zapatos recién lustrados.
Todo estaba tal como lo habíamos dejado la noche anterior. Excepto que las medias y los zapatos estaban llenos hasta el tope con los generosos regales del Ángel de la Navidad... es decir, todos excepto los míos. Mis zapatos, muy brillantes, estaban vacíos. Mis medias colgaban sueltas en el tendedero y también estaban vacías, pero de una de ellas salía una larga rama seca de durazno.
Alcancé a ver las miradas de horror en los rostros de mi hermano y mis hermanas. Todos nos detuvimos paralizados. Todos los ojos se dirigieron hacia mamá y papá y luego regresaron a mí.
- Ah, lo sabía – dijo mamá -. Al Ángel de la Navidad no se le va nada. El Ángel sólo nos deja lo que merecemos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mis hermanas trataron de abrazarme para consolarme, pero las rechacé con furia.
- Ni quería esos regalos tan tontos – exclamé -. Odio a ese estúpido Ángel. Ya no hay ningún Ángel de la Navidad.
Me dejé caer en los brazos de mamá. Ella era una mujer voluminosa y su regazo me había salvado de la desesperación y de la soledad en muchas ocasiones. Noté que ella también lloraba mientras me consolaba. También papá. Los sollozos de mis hermanas y los lloriqueos de mi hermano llenaron el silencio de la mañana.
Después de un rato, mi madre dijo, como si estuviera hablando con ella misma:
- Felice no es malo. Sólo se porta mal de vez en cuando. El Ángel de la Navidad lo sabe. Felice sería un niño bueno si hubiera querido, pero este año prefirió ser malo. No le quedó alternativa al Ángel. Tal vez el próximo año decida portarse mejor. Pero, por el momento, todos debemos ser felices de nuevo.
De inmediato todos vaciaron el contenido de sus zapatos y medias en mi regazo.
- Ten – me dijeron -, toma esto.
En poco tiempo otra vez la casa estaba llena de alegría, sonrisas y conversación. Recibí más de lo que cabía en mis zapatos y medias.
Mamá y papá habían ido a misa temprano, como de costumbre. Juntaron las castañas y empezaron a hervirlas durante muchas horas en una maravillosa agua llena de especias y había otra olla hirviendo entre las salsa. Los más delicados olores surgieron del horno como mágicas pociones. Todo estaba preparado para nuestra milagrosa cena de Navidad.
Nos alistamos para ir a la iglesia. Como era su costumbre, mamá nos revisó, uno por uno; ajustaba un cuello aquí, jalaba el cabello por allá, una caricia suave para cada uno... Yo fui el último. Mamá fijó sus enormes ojos castaños en los míos.
- Felice – me dijo -, ¿entiendes por qué el Ángel de la Navidad no pudo dejarte regalos?
- Sí – respondí.
- El Ángel nos recuerda que siempre tendremos lo que merecemos. No podemos evadirlo. Algunas veces resulta difícil entenderlo y nos duele y lloramos. Pero nos enseña lo que está bien hecho y lo que está mal y, así, cada año seremos mejores.
No estoy muy seguro de haber entendido en aquellos momentos lo que mamá quiso decirme. Sólo estaba seguro de que yo era amado; que me habían perdonado por cualquier cosa que hubiese hecho y que siempre me darían otra oportunidad.
Jamás he olvidado aquella Navidad tan lejana. Desde entonces, la vida no siempre ha sido justa ni tampoco me ha ofrecido lo que creí merecer, ni se me ha recompensado por portarme bien. A lo largo de los años he llegado a comprender que he sido egoísta, malcriado, imprudente y quizá, en ocasiones, hasta cruel... pero nunca olvidé que cuando hay perdón, cuando las cosas se comparten, cuando se da otra oportunidad y amor sin límite, el Ángel de la Navidad siempre está presente y siempre es Navidad.
No lo creí. Los ángeles tenían cosas más importantes que hacer con su tiempo que observar si yo era un niño bueno o malo. Aun con mi limitada sabiduría de un niño de siete años, había decidido que, en el mejor de los casos, el Ángel sólo podía vigilar a dos o tres muchachos a la vez... y ¿por qué habría de ser yo uno de éstos? Las ventajas, ciertamente, estaban a mi favor. Y, sin embargo, mamá, que sabía todo, me había repetido una y otra vez que el Ángel de la Navidad sabía, veía y evaluaba todas nuestras acciones y que no podíamos compararlo con cualquier cosa que pudiéramos entender nosotros, los ignorantes seres humanos. De todos modos, no estaba muy seguro de creer en el Ángel de la Navidad.
Todos mis amigos del barrio me dijeron que Santa Claus era el que llegaba la víspera de la Navidad y que nunca supieron de un ángel que llevara regalos. Mamá vivió en América durante muchos años y bendecía a su nueva tierra como su hogar permanente, pero siempre fue tan italiana como la polenta y, para ella, siempre sería un ángel. "Quién es este Santa Claus?", solía decir. "Y, ¿qué tiene que ver con la Navidad?".
Además, debo reconocer que nuestro ángel italiano me impresionaba mucho. Santa Claus siempre era más generoso e imaginativo. Les llevaba a mis amigos bicicletas, rompecabezas, bastones de caramelo y guantes de béisbol. Los ángeles italianos siempre llevaban manzanas, naranjas, nueces surtidas, pasas un pequeño pastel y unos pequeños dulces redondos de ‘orosuz’ que llamábamos bottone di prete (botones de sacerdote) porque se parecían a los botones que veíamos en la sotana del padrecito. Además, el Ángel siempre ponía en nuestras medias algunas castañas importadas, tan duras como las piedras. Debo admitir que nunca supe qué hacer con las castañas.
Finalmente se las dábamos a mamá para que las hirviera hasta que se sometieran y luego las pelábamos y las comíamos de postre después de la cena de Navidad. Parecía un regalo poco apropiado para un niño de seis o siete años. A menudo pensé que el Ángel de la Navidad no era muy inteligente.
Cuando cuestioné a mamá acerca de esto, ella solía contestar que no me correspondía a mí, "que todavía era un muchachito imberbe", poner en tela de juicio a un ángel, especialmente al Ángel de la Navidad.
En esta época navideña en particular, mi comportamiento de un siete años era todo menos ejemplar. Mis hermanos y hermanas, todos mayores que yo, por lo visto nunca causaban problemas. En cambio yo siempre estaba en medio de todos los problemas. A la hora de la comida aborrecía todo. Me obligaban a probar un poco di tutto (de todo) y cada comida se convertía en un reto... Felice, como me llamaba la familia, contra el mundo de los adultos. Yo era el que nunca me acordaba de cerrar la puerta del gallinero, el que prefería leer a sacar la basura y el que, sobre todo, reclamaba todo lo que mamá y papá hacían, sentían u ordenaban. En pocas palabras, era un niño malcriado.
Cuando menos un mes antes de la Navidad, mamá me advertía: "Te estás portando muy mal, Felice. Los ángeles de la Navidad no llevan regalo a los niños malcriados. Les llevan un palo de durazno para pegarte en las piernas. De modo que – me amenazaba – más vale que cambies tu comportamiento. Yo no puedo portarme bien por ti. Sólo tu puedes optar por ser un buen niño".
"¿Qué me importa? – contestaba yo - . De todos modos el ángel nunca me trae lo que quiero. "Y durante las siguientes semanas hacía muy poco para ‘mejorar mi comportamiento’.
Como sucede en la mayoría de los hogares, la Nochebuena era mágica. A pesar de que éramos muy pobres, siempre teníamos comida especial para la cena. Después de cenar nos sentábamos alrededor de la vieja estufa de leña que era el centro de nuestras vidas durante los largos meses de invierno y platicábamos y reíamos y escuchábamos cuentos. Pasábamos mucho tiempo planeando la fiesta del día siguiente, para la cual nos habíamos estado preparando toda la semana. Como éramos una familia católica, todos íbamos a confesarnos y después nos dedicábamos a decorar el árbol. La noche terminaba con una pequeña copa del maravilloso zabaglione de mamá. ¡No importaba que tuviera un poco de vino; la Navidad sólo llegaba una vez al año!.
Estoy seguro de que sucede con todos los niños, pero no era casi imposible dormir en la Nochebuena. Mi mente divagaba. No pensaba en las golosinas, sino que me preocupaba seriamente la posibilidad de que el ángel de la Navidad no llegara a mi casa o que se le acabaran los regalos. Me emocionaba mucho la posibilidad de que Santa Claus olvidara que éramos italianos y de cualquier modo nos visitara sin darse cuenta de que el Ángel ya me había visitado. ¡Así recibiría el doble de todo!
¿Por qué sucede que en la mañana de Navidad, por poco que se duerma la noche anterior, nunca resulta difícil despertar y levantarnos? Así ocurrió esa mañana en particular. Fue cuestión de minutos, después de escuchar los primeros movimientos, para que todos nos levantáramos y saliéramos disparados hacia la cocina y el tendedero donde estaban colgadas nuestras medias y debajo de éstas se encontraban nuestros brillantes zapatos recién lustrados.
Todo estaba tal como lo habíamos dejado la noche anterior. Excepto que las medias y los zapatos estaban llenos hasta el tope con los generosos regales del Ángel de la Navidad... es decir, todos excepto los míos. Mis zapatos, muy brillantes, estaban vacíos. Mis medias colgaban sueltas en el tendedero y también estaban vacías, pero de una de ellas salía una larga rama seca de durazno.
Alcancé a ver las miradas de horror en los rostros de mi hermano y mis hermanas. Todos nos detuvimos paralizados. Todos los ojos se dirigieron hacia mamá y papá y luego regresaron a mí.
- Ah, lo sabía – dijo mamá -. Al Ángel de la Navidad no se le va nada. El Ángel sólo nos deja lo que merecemos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mis hermanas trataron de abrazarme para consolarme, pero las rechacé con furia.
- Ni quería esos regalos tan tontos – exclamé -. Odio a ese estúpido Ángel. Ya no hay ningún Ángel de la Navidad.
Me dejé caer en los brazos de mamá. Ella era una mujer voluminosa y su regazo me había salvado de la desesperación y de la soledad en muchas ocasiones. Noté que ella también lloraba mientras me consolaba. También papá. Los sollozos de mis hermanas y los lloriqueos de mi hermano llenaron el silencio de la mañana.
Después de un rato, mi madre dijo, como si estuviera hablando con ella misma:
- Felice no es malo. Sólo se porta mal de vez en cuando. El Ángel de la Navidad lo sabe. Felice sería un niño bueno si hubiera querido, pero este año prefirió ser malo. No le quedó alternativa al Ángel. Tal vez el próximo año decida portarse mejor. Pero, por el momento, todos debemos ser felices de nuevo.
De inmediato todos vaciaron el contenido de sus zapatos y medias en mi regazo.
- Ten – me dijeron -, toma esto.
En poco tiempo otra vez la casa estaba llena de alegría, sonrisas y conversación. Recibí más de lo que cabía en mis zapatos y medias.
Mamá y papá habían ido a misa temprano, como de costumbre. Juntaron las castañas y empezaron a hervirlas durante muchas horas en una maravillosa agua llena de especias y había otra olla hirviendo entre las salsa. Los más delicados olores surgieron del horno como mágicas pociones. Todo estaba preparado para nuestra milagrosa cena de Navidad.
Nos alistamos para ir a la iglesia. Como era su costumbre, mamá nos revisó, uno por uno; ajustaba un cuello aquí, jalaba el cabello por allá, una caricia suave para cada uno... Yo fui el último. Mamá fijó sus enormes ojos castaños en los míos.
- Felice – me dijo -, ¿entiendes por qué el Ángel de la Navidad no pudo dejarte regalos?
- Sí – respondí.
- El Ángel nos recuerda que siempre tendremos lo que merecemos. No podemos evadirlo. Algunas veces resulta difícil entenderlo y nos duele y lloramos. Pero nos enseña lo que está bien hecho y lo que está mal y, así, cada año seremos mejores.
No estoy muy seguro de haber entendido en aquellos momentos lo que mamá quiso decirme. Sólo estaba seguro de que yo era amado; que me habían perdonado por cualquier cosa que hubiese hecho y que siempre me darían otra oportunidad.
Jamás he olvidado aquella Navidad tan lejana. Desde entonces, la vida no siempre ha sido justa ni tampoco me ha ofrecido lo que creí merecer, ni se me ha recompensado por portarme bien. A lo largo de los años he llegado a comprender que he sido egoísta, malcriado, imprudente y quizá, en ocasiones, hasta cruel... pero nunca olvidé que cuando hay perdón, cuando las cosas se comparten, cuando se da otra oportunidad y amor sin límite, el Ángel de la Navidad siempre está presente y siempre es Navidad.
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Re: Cuentos de Navidad.
LA TRADICIÓN DEL BELÉN
Sabías el origen de la tradición de montar el pesebre navideño o belén?
La costumbre de representar el nacimiento de Jesús llegó a España en el siglo XVIII cuando el Rey Carlos III hizo traer esta tradición desde Nápoles. Un siglo después, los belenes habían arraigado con fuerza en toda la península.
Esta representación que suele hacerse en las iglesias y en las casas durante el tiempo navideño debe sus origen a las representaciones litúrgicas del misterio navideño y a la primera escenificación que hizo San Francisco de Asís en Greccio en 1223.
Tras asistir a la celebración de la Navidad en la ciudad de Belén, quedó tan impresionado que, a su regreso a Italia, pidió un permiso al Papa Honorio III para reproducir en vivo el nacimiento de Jesús en una cueva próxima a su pueblo natal, con una imagen en piedra del niño, un buey y un asno y un reducido grupo de aldeanos.
En aquella cueva, San Francisco de Asís celebró la Misa del Gallo de la Nochebuena de aquel año y se dice que durante el oficio la figura del niño Jesús cobró vida, lo que contribuyó a difundir la costumbre.
Hacia finales del siglo XV, los actores que protagonizaban la natividad comenzaron a ser sustituidos por figuras de barro y durante el siglo XVI, los frailes franciscanos llevaron la costumbre a América, volviéndose una actividad obligada durante la navidad en las comunidades cristianas.
A partir de ese momento la iglesia católica promovió en los templos, hogares y sitios públicos, las representaciones del nacimiento del niño Jesús, a fin de que creciera el interés por las fiestas navideñas como una exaltación a Cristo, lo que se consigue gracias a la labor de los franciscanos, de los dominicos y de los jesuitas.
Sabías el origen de la tradición de montar el pesebre navideño o belén?
La costumbre de representar el nacimiento de Jesús llegó a España en el siglo XVIII cuando el Rey Carlos III hizo traer esta tradición desde Nápoles. Un siglo después, los belenes habían arraigado con fuerza en toda la península.
Esta representación que suele hacerse en las iglesias y en las casas durante el tiempo navideño debe sus origen a las representaciones litúrgicas del misterio navideño y a la primera escenificación que hizo San Francisco de Asís en Greccio en 1223.
Tras asistir a la celebración de la Navidad en la ciudad de Belén, quedó tan impresionado que, a su regreso a Italia, pidió un permiso al Papa Honorio III para reproducir en vivo el nacimiento de Jesús en una cueva próxima a su pueblo natal, con una imagen en piedra del niño, un buey y un asno y un reducido grupo de aldeanos.
En aquella cueva, San Francisco de Asís celebró la Misa del Gallo de la Nochebuena de aquel año y se dice que durante el oficio la figura del niño Jesús cobró vida, lo que contribuyó a difundir la costumbre.
Hacia finales del siglo XV, los actores que protagonizaban la natividad comenzaron a ser sustituidos por figuras de barro y durante el siglo XVI, los frailes franciscanos llevaron la costumbre a América, volviéndose una actividad obligada durante la navidad en las comunidades cristianas.
A partir de ese momento la iglesia católica promovió en los templos, hogares y sitios públicos, las representaciones del nacimiento del niño Jesús, a fin de que creciera el interés por las fiestas navideñas como una exaltación a Cristo, lo que se consigue gracias a la labor de los franciscanos, de los dominicos y de los jesuitas.
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Re: Cuentos de Navidad.
Leyendas o Mitos sobre el Origen del Árbol Navideño
El árbol de navidad es uno de los símbolos más hermosos de esta época del año. Siempre causan admiración, porque cada uno tiene su encanto especial porque reflejan la creatividad y el ingenio de quienes lo pusieron.
Existen varias leyendas sobre el origen del árbol de navidad y aunque no se sabe bien cual es la cierta, todas son fascinantes y reflejan la ilusión, la magia y la esencia de este hermoso símbolo de la Navidad que año con año alegra miles de hogares en el mundo.
* Unos dicen que el árbol de Navidad nació en Alemania, cuando San Bonifacio daba un sermón a los druidas, sacerdotes de origen Celta y trababa de convencerlos de que no sacrificaran a un niño en honor al dios Thor, porque el roble no era un árbol sagrado que necesitara de sacrificios humanos". Dicen que durante su discurso derribó uno y al caer, el enorme árbol destrozó todos los arbustos excepto un pequeño abeto, por lo que el arbolito recibió en nombre de El árbol del Niño Dios".
*Otra versión dice que un monje inglés, llamado Winfrid, taló un roble durante una nochebuena, para evitar que los celtas le ofrecieran sacrificios humanos y sucedió que en el lugar de donde fue derribado el roble, brotó milagrosamente un abeto.
* Una versión diferente dice que tres mil años antes de Cristo, varios pueblos de Europa y Asia, consideraban que los árboles eran una manifestación de la madre naturaleza, por lo que les rendían culto. Creían que cuando el árbol perdía su hojas al llegar el otoño, el espíritu de la naturaleza había huido, por lo que les colocaban diferentes adornos, para que regresara.
* Otra versión de una leyenda europea dice, que el árbol de Navidad se originó una fría noche de invierno, cuando un niño buscó refugio en la casa de la familia de un anciano leñador, quienes lo recibieron y le dieron de comer. Durante la noche el niño se convirtió en un ángel vestido de oro porque era el niño Dios y para recompensar la bondad de los viejitos les dio una rama de pino y les prometió que cada año el arbolito daría frutos para ellos. La promesa se cumplió y lo maravilloso fue que aquel árbol les dio manzanas de oro y nueces de plata.
* Para los bretones, grupo Celta de la Gran Bretaña, el árbol de Navidad fue descubierto por Persifal, caballero de la mesa redonda del rey Arturo, mientras estaba buscando el Santo Grial o sea el cáliz de Jesús de la ultima cena. La leyenda cuenta que vio un árbol lleno de luces brillantes, que se movían como estrellas.
*Otra leyenda dice que Martin Luther, fundador de la fe Protestante, al caminar por un bosque en la víspera de Navidad, se deslumbró por la belleza de miles de estrellas que brillaban a través de las ramas de los árboles, por lo que cortó un pequeño árbol y lo llevó con su familia colocándole luces en todas las ramas.
* Otra más dice que en 1605, en Alemania, un árbol fue decorado para ambientar el frío de la Navidad, costumbre que se difundió rápidamente por todo el mundo hasta que el abeto decorado, llegó a América con los colonizadores ingleses y el primer árbol navideño se instaló en Estados Unidos 1847.
Esta costumbre también llegó al lejano oriente, pero en China, no utilizan pinos sino los naranjos que retoñan y florecen cada diciembre y en Japón, esta fiesta tiene un significado de amor hacia los niños y los árboles son decorados con cascabeles de vidrio, abanicos de colores y papel dorado.
Ahora vemos árboles enormes colocados en parques o centros comerciales, de material sintético, naturales, secos, frescos, blancos, dorados o verdes, con nieve artificial o sin ella y decorados con luces, moños, campanas, piñas, guirnaldas, esferas multicolores, ángeles, figuras navideñas, regalos y todo tipo de adornos de colores que hacen de cada árbol de navidad una obra única y digna de ser admirada.
Muérdago (Mistletoe)
Para los sacerdotes y magos celtas, el muérdago era una planta mágica que se utilizaba para protegerse de las enfermedades, del mal de ojo y para ayudar a la mujeres a quedarse embarazadas.
En Italia, el muérdago es la planta del amor. En Europa ahora está de moda colocar un ramito de muérdago en la puerta principal de la vivienda para tener buena suerte y mucho amor durante todo el año.
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